martes, 13 de octubre de 2009

IRONÍA




En los aledaños de un gran bloque de oficinas, se encuentran toda una serie de ejecutivos o como denominan los americanos White Collar, posiblemente, la mayoría de ellos de procedencia anglosajona y con edades comprendidas entre los cuarenta y cincuenta años.

Varios se encuentran hablando entre ellos, otros leyendo el periódico, otros enviando mensajes con su portentosa Blackberry, otros hablando con sus móviles y algunos simplemente pensando o haciendo ver que piensan. De repente, a lo lejos, se va acercando a poca velocidad una furgoneta, modelo ranchera y de color verde botella. Al observar su llegada, los diferentes White Collar se empiezan a inquietar y a su vez amontonar uno detrás de otro, como a la espera de que sucediera algo previsible pero a la vez expectante.

En todo el grupo de ejecutivos, tanto los que estaban leyendo como los que están enviando mensajes, se observa cómo se va transformando su cara, poco a poco, su rostro va adoptando un estado de seriedad y nerviosismo. Se van acercando en grupo y de forma sigilosa a la furgoneta una vez que esta ha estacionado en el arcén. Su conductor, un hombre de mediana edad y de rasgos latinos, desciende del vehículo. Su aspecto, con una camisa que podría corresponder a un antiguo mantel de mi abuela o como dicen algunas catalogadas de leñador, y con unos pantalones desgastados, no coincide con la seguridad que transmite su cara.

Después de realizar una breve mirada al grupo, con lentitud pone su mano en el bolsillo lateral derecho. El grupo continúa en un estado frenético. El hombre de la furgoneta extrae un papel arrugado y posiblemente doblado en más de cuatro partes. Se produce un silencio, parece como si algo que cambiará la vida de una de las dos partes fuera a suceder en breve, en segundos. De repente, el hombre de la furgoneta, pronuncia una frase que altera el ritmo cardiaco del grupo: “necesito dos contables”. Todo el grupo empieza a levantar la mano, como si alguien estuviera regalando las dos únicas entradas que quedan para ver el último concierto de los Rolling Stones (ese que nunca llega).

El hombre de la furgoneta, mira al grupo, y señala a dos de ellos. Estos, se hacen espacio entre la multitud y se dirigen de forma precipitada al espacio trasero de la furgoneta, donde sin ningún miramiento, acceden a la parte descapotable. El hombre de la furgoneta, transcurrido el caos inicial, vuelve a pronunciar otra frase: “necesito dos consultores de marketing”, nuevamente se produce la misma situación, todo el grupo levanta nuevamente la mano de forma exaltada, y se vuelve a producir una asignación a dos personas. Así sucesivamente dos o tres veces más, hasta que el hombre de la furgoneta comenta que por hoy ya está. Se produce una gran tristeza y desencanto entre el grupo que no ha sido asignado. Por el contrario, el resto están exultantes en la parte trasera de la ranchera, esperando ver que les ofrece el destino. El hombre de la furgoneta se sube a su vehículo, y se marcha con los seleccionados, el resto vuelve a dispersarse con rostros de decepción.

La descripción realizada pertenece a un microcorto denominado The Job. Galardonado a nivel internacional, su director Jonathan Browing, intenta mostrar una visión cambiada sobre la inmigración actual en los EE.UU.





Me planteo si la ironía escenificada está tan alejada de la realidad. La coyuntura económica actual está destrozando puestos de trabajo a un ritmo abismal, y precisamente no de manera exclusiva en la órbita del sector de la construcción. Muchas White Collar que hace diez o cinco años tenían multitud de ofertas de trabajo, hoy están agarrándose a la silla de sus despachos de forma acérrima, y aquellos que no la han podido o no le han dejado cogerla con fuerza, están completamente out. Por otra parte, los Blue-Collar, aquellos que trabajan con el esfuerzo de sus manos, siempre deberán existir y en algunas profesiones incluso está creciendo su demanda.

Consultores, responsables de marketing, financieros, mandos intermedios, etc… se han convertido en una especie masificada. Estoy convencido que su supervivencia pasa por su reinvención (creo que estoy incluido en la primera categoría, opppss).

El profesor de la Universidad de Columbia Xavier Sala i Martín, explica en sus conferencias que la mitad de los puestos de trabajo que publica el diario The New York Times en su sección de ofertas laborales no existían hace sólo diez años. El economista suele utilizar el dato como muestra del dinamismo que existe en la economía estadounidense y que, de forma implícita, le permite seguir siendo, a pesar de la crisis, la primera del mundo.

En la nueva economía, aprender a hacer un puesto de trabajo va a ser, con toda probabilidad, mucho más importante que aprender a ocupar un puesto de trabajo. Hay que convertirse en personas capaces de producir algo de la nada. La lucha de estas personas no es con la naturaleza sino contra la hegemonía de las prácticas establecidas

Se cuenta un chiste de un profesional de la función de compras que se va de la empresa después de 18 años de servicio. “Es una vergüenza perder toda esa experiencia”, le dice un ejecutivo a otro. “No perdemos 18 años de experiencia -replica el segundo-, lo único que perdemos es un año de experiencia repetido 17 veces.”

Téngalo en cuenta, sino, no existirá ranchera que le ayude, tocará quedarse en tierra.

“Todas nuestras organizaciones serán reinventadas – completamente- en los próximos 25 años. Todas nuestras carreras serán reinventadas – completamente- en los próximos 25 años. La seguridad en el trabajo, tal como la hemos conocido en las últimas tres o cuatro generaciones, ha muerto,” Tom Peters, gurú entre gurús

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