martes, 22 de febrero de 2011

2030



En mi infancia y en uno de los últimos cursos del anteriormente denominado EGB, recuerdo como en la clase de ciencias sociales, nos pusieron una película que nos trasladaba a lo que a nuestro entender era el futuro: 2001, una odisea en el espacio, de Stanley Kubrick. Imagino, que en 1968 cuando se rodó la película, Kubrick tenía dicha visión de lo que sucedería treinta y tres años después, más allá de basarse en el libro escrito por su co-guionista Arthur C. Clarke en 1948. A pesar de que fuera en parte ciencia ficción y transcurriera en el espacio, por aquel entonces todos teníamos el nuevo milenio y el año 2000 como un año más semejante al de la película Blade Runner que no al de la realidad actual.


Ahora en cambio, años como el 2030 o el 2045 no me parecen tan lejanos. Posiblemente porque de pequeño uno observa todas las distancias, sean temporales o espaciales, como más lejanas. Ahora realizo los mismos recorridos caminando que hacía con diez o doce años, y los observo con otra perspectiva. Aun con este prisma, y a pesar de la cercanía divisada en el año 2045, me cuesta admitir ciertas predicciones. El pasado día 10 de febrero, en la revista TIME, aparecía un reportaje que llevaba por título: “2045, el año en que el hombre será inmortal”. Parte de este pronóstico, y más allá de su impactante significado a una perspectiva simple de treinta y cuatro años, viene de la predicción realizada por Ray Kurzweil. Para aquellos que no lo conozcan, podríamos decir que Kurzweil, de 63 años, además de ser científico también es músico, empresario, inventor, escritor, experto en la Inteligencia Artificial y eminente futurista. Pero sobretodo, acérrimo apasionado de la vida, del descubrimiento y padre del concepto de Singularidad. De Ray Kurzweil ya mencioné algunos aspectos en junio del 2009 sobre el lanzamiento de Singularity University, casi dos años después, continúa con su mismo planteamiento: defiende con fervor que la denominada convergencia NBIC (Nano-Bio-Info-Cogno), hará que el hombre, el ser humano, cambié completamente, y que todos los problemas actuales queden completamente cubiertos.


Además de este planteamiento, también ha realizado otras afirmaciones interesantes, como que la energía solar será en poco tiempo el suministrador del 100% de la energía en todo el mundo gracias al crecimiento exponencial de las TIC.


Considera que viviremos en un mundo donde se mezclará lo real y lo virtual y nuestra sangre contendrá linfocitos robóticos, lo que nos permitirá permanecer debajo del agua durante horas, y células artificiales que detectarán el cáncer y curarán el Parkinson.


También ha asegurado que la tecnología, que crecerá mil veces más en diez años y un millón de veces más en veinte años, está volviéndose cada vez más pequeña y está "desapareciendo" a nivel físico, los seres humanos cada vez tenemos más vínculos con el mundo on line y la realidad aumentada alcanzará incluso a los complementos, como las gafas, al punto que llegará un momento en el que viviremos en una mezcla de lo real y lo virtual. En 2020 los ordenadores comenzarán a desaparecer y en 2030 asistiremos a una fusión íntima de la tecnología con nuestro cuerpo y nuestra biología, hasta el punto de que llegaremos a entender mejor nuestro cerebro y sistema nervioso.


Esta inquietud, este espíritu hambriento y a la vez ansiedad le ha llevado a consumir 250 pastillas diarias para llegar vivo al 2030. Según cree, necesita llegar vivo a ese año, ya que para ese entonces podrá transferir su mente a una máquina y convertirse en inmortal, de aquí parte del enunciado de la revista Time.


A diferencia de los rumores que acompañaron la muerte de Walt Disney y la posibilidad de que había sido criopreservado hasta el momento en que los avances científicos pudieran devolverlo a la vida, Kurzweil, más allá de actuar como futurista, actúa como impulsor científico con el fin de que llegue el 2030 y su saber pueda ser almacenado.


A Kurzweil, se le considera uno de los artificies del concepto “transhumanismo”, el uso de la tecnología para mejorar la evolución humana. Aunque la primera vez que se usó el término transhumanismo data de 1957, el significado contemporáneo se desarrolló en la década de 1980, cuando un grupo de científicos, artistas y futuristas establecidos en los Estados Unidos empezó a organizar lo que desde entonces ha crecido hasta constituir el movimiento transhumanista. Los pensadores transhumanistas proponen que los seres humanos se transformen en seres que expandan sus capacidades hasta devenir en posthumanos.

Ray Kirzweil, como transhumanista, cree que en 2030 será posible realizar una transferencia mental o también denominado mind uploading. Este proceso, consiste en realizar una copia de seguridad de toda la información que hay en nuestra mente. Esto permitirá volver a cargarla en otro dispositivo distinto al cerebro, como, por ejemplo un ordenador o el ipad. Algunos de los adeptos, incluso consideran que esto ya será posible entre el 2013 y el 2025.

Tuve la suerte de conocer a Kurkweil en persona en junio del 2009, y me gustó cómo defendió su planteamiento que considera que las personas pronostican siguiendo una inercia errónea de una manera lineal. Tendiendo a creer que todo sucederá al mismo ritmo que hemos conocido en el pasado; razona que somos incapaces de imaginar la progresión geométrica o la que los economistas llaman crecimiento exponencial. No nos entra en la cabeza que las cosas puedan cambiar con tanta rapidez que seamos capaces de reconocerlas.


Hasta este punto, estoy de acuerdo y así se lo manifesté, además, bien es cierto que si todos tuviéramos los pies en la tierra no existiría progreso, por este motivo, necesitamos retos, muchos retos y visiones, aunque algunos demasiado lejanos para conseguir avanzar. Pero pensar que en el 2030, en simplemente diecinueve años podremos descargar nuestro cerebro, nuestro software mental, a cualquier soporte, por muy visionario que me considere no lo acabé de ver con claridad. Posiblemente mi rostro le defraudó, o mejor dicho, mi incredulidad. Si bien es cierto que no era absoluta, pero sí que no observo que sea tan cercano, estimo que posiblemente en cien años lo conseguiremos. Mientras me intenta rebatir con una firmeza y soberbia enorme sus convicciones, mi mente solo hacía que imaginarse a Robin Willians, en la película The final cut, y en su papel del ‘montador’ Alan Hackman, seleccionando fragmentos de la vida de las personas. En su guión, la compañía Zoë Tech se está haciendo de oro gracias al implante Chip Zoë que graba la vida entera de una persona. Justo en el momento de su nacimiento se implanta el chip en el cerebro de los niños y así su vida queda grabada para siempre. Cuando mueres, todo el material de tu vida es montado y editado en lo que se denomina "Rememoria" y durante el funeral, se proyecta en forma de película. Las clases más privilegiadas lo ven como un juguete pero para muchos, los recuerdos deben ser algo temporal y el chip está transformando las relaciones humanas.

¿Se lo imaginan? ¿Se imaginan haciendo un The Very Best sobre nuestros recuerdos, o retrocediendo constantemente una escena de nuestro recuerdo que nos gustó? ¿Se imaginan tomando una cerveza con los amigos en el salón de casa y repasando momentos vividos con ellos? ¿Qué quedará de nuestros momentos íntimos? ¿hasta qué punto afectará a una persona que haya sufrido la muerte de su ser más querido? ¿Querrá ver constantemente los momentos vividos con él, cuál será su verdadera vida, la pasada o el presente? En cambio ¿Imaginemos hasta qué punto el saber podría ser compartido? ¿Qué otras vías de pirateo existirán, el tráfico de historias?

Hay numerosos detractores que critican la corriente transhumanista por considerarla irreal, y argumentan que esta emulación del cerebro nunca podría llegar a funcionar como una auténticamente humana. Aluden también a la vertiente filosófica de la nueva situación, ya que el concepto de identidad quedaría desdibujado.

Diecinueve años tenemos por delante para empezar a dar forma a estas preguntas, junto con posibles leyes de privacidad que surjan entremedio o moralismos que se interpongan en dicho avance, pero ¿verdaderamente estamos hablando de ciencia ficción?

La respuesta la tendremos en los próximos veinte años. Pero mientras tanto, prefiero pensar en otra predicción realizada para el 2030, donde el demografista francés Emmanuel Todd predice que el nivel de alfabetización entre la población del mundo llegará cerca del 100%. Este sí que será un gran hito histórico, ya que en el momento que todo el mundo sabe leer y escribir, ya puede colaborar, compartir, criticar, razonar y tener otra visión del mundo.


“Tendremos el destino que no hayamos merecido,” Albert Einstein (1879-1955) Científico alemán nacionalizado estadounidense.

miércoles, 16 de febrero de 2011

ENTRETENME



El ocio, ya no es el ocio que hemos entendido, interpretado y conocido hasta hace unos años. Se está reinventando y transformando. Sí, es cierto, continuamos pensando en que es una necesidad humana y su satisfacción constituye un requisito indispensable de la calidad de nuestras vidas, pero eso no lo hace inmune a ser transformado.

Si nos pronuncian la palabra, siempre la asociaremos a deportes, espectáculos, turismo, cultura, vivir experiencias, etc… posiblemente estas categorías no estén cambiando del todo –o posiblemente sí, por ejemplo el cine-, pero sí como interactuamos con ellas. ¿Qué será de ellas en los próximos años? ¿Cómo se reconvertirán? ¿Qué inercia viviremos? ¿Qué entenderemos por ocio? Parte de nuestra interpretación de qué entendemos por ocio me gustaría tratarlo en otro post. Ahora, me gustaría centrarme en cómo estamos reinterpretando el denominado ocio digital, por qué creemos que no nos afectará –a corto plazo- y cómo con las cifras y conclusiones que ofreceré espero que cambien de opinión. Posiblemente me haya extendido más de lo normal, pero le recomiendo que a pesar de la ‘pesadez’ del texto, lo lean, ya no por el bien de ustedes, sino del de sus hijos como uno de los principales consumidores.

El ocio nunca ha estado tan al alcance de nuestras manos. La era digital ha difuminado las fronteras espaciales y temporales, permitiéndonos pasar del trabajo al ocio en un solo clic de ratón. Posiblemente, estemos hablando del sector donde más se esté innovando actualmente, donde después de cada año, lo que se ha creado, deja de carecer de sentido y se vuelva obsoleto. Con las nuevas tecnologías, el ocio no está asociado exclusivamente a un instante de nuestro día a día, lo llevamos inyectado en nuestras venas.

Los propios videojuegos ya son un componente de ocio generalizado. Los videojuegos quieren convertir el hogar en un centro de entretenimiento multitarea. Como bien hemos descubierto con la Wii, los videojuegos ya no son cosa –exclusivamente- de niños. El éxito de la Wii reside tanto en su carácter interactivo como en la oportunidad de diversión grupal e intergeneracional, pero esto es sólo el inicio de una gran revolución. La Asociación Española de Distribuidores y Editores de Software de Entretenimiento, ha preguntado a los ‘jugones’ españoles cómo será el videojuego del futuro: el 90% cree que jugar será una actividad común para todas las edades, y el 80% prevé que los juegos tendrán un fuerte componente social. Alineado con esto, el mercado del entretenimiento móvil evoluciona continuamente para satisfacer las necesidades de los usuarios, hasta el punto que por ejemplo los últimos datos indican que el 40% de los videojuegos en Europa usan sus móviles para jugar.

En este sentido, en estos días se está celebrando en Barcelona el Mobile World Congress, o lo que es lo mismo, 55.000 personas de 200 nacionalidades pensando, buscando y analizando alrededor de lo que algunos entienden como móvil. Y digo algunos, porque el teléfono móvil ha dejado de tener su sentido original: realizar y recibir llamadas. Muestra de ello lo tenemos en el propio iPhone de Apple, donde las llamadas son lo de menos. La prueba también la encontramos en el estudio realizado por Nielsen, donde pone de manifiesto que el 21% de los jóvenes españoles de entre 15 a 24 años acceden habitualmente a Internet desde su teléfono móvil –que se preparen los padres para aquellos que no se han emancipado-, lo que les sitúa por detrás de los jóvenes chinos (73%), estadounidenses (48%) y británicos, rusos e italianos.

Más datos sobre la telefonía móvil: por cada 100 habitantes, existen 120 móviles. La semana pasada la venta de smartphones (teléfonos inteligentes) ya superó la de los ordenadores personales. ABI Research pronostica que el negocio de accesorios de telefonía móvil moverá 50.000 millones de dólares en 2015 (si lo paramos a mirar tampoco es tanto comparado con el patrimonio de la familia del ex presidente egipcio Hosni Mubarak, que según la ABC que podría estar entre los 29.000 y 51.000 millones de euros-)

Continuando al hilo de la revolución de los videojuegos, el propio Mobile World Congress ha dado mayor protagonismo estos días a la telefonía móvil 3D (claramente orientada a jugar) y al modelo de PlayStation Phone, un híbrido entre consola portátil de videojuegos y teléfono móvil.


Por lo tanto, dos conclusiones iniciales que podríamos extraer de esta primera lectura:

- La primera en forma de consejo, abra una tienda de telefonía móvil (¿ha visto alguna que esté vacía? Yo no, y deduzco que usted tampoco.)
- La segunda, y fuera bromas. Deberemos seguir muy de cerca a lo que hasta ahora conocíamos como ‘videojuegos’ –ya están más cerca de la experimentación, sensación, emoción, superación y colaboración que de otra cosa-.

Sin llegar a pensar que nuestra vida se llegará a convertir en el anuncio del procesador de segunda generación de Intel –recomiendo su rápida visión-, si estamos muy lejos de aquel ordenador Spectrum o el joystick. Ahora estamos hablando de que la industria del videojuego mueve 48.000 millones de euros anuales, que comparado con los 8.000 de la industria del cine nos hacen ver la dimensión y el futuro que viene. J.G. Ballard ya lo decía, “el futuro que me interesa son los próximos cinco minutos”, y a ellos son a los que tenemos que atender. Según DEV, la organización española que aglutina a las empresas creadoras de videojuegos, el consumo de este tipo de ocio en 2009 supuso el 53% del mercado de entretenimiento audiovisual, por encima de la taquilla de cine (29%), el DVD (10%) y la música (8%).


Obviamente, la afirmación de que el Ocio se está reinventando, no la podemos centrar exclusivamente en los videojuegos, pero lo que sí es cierto es que el consumidor buscará soluciones para entretenerse en todo momento y en cualquier lugar, desde el rato de espera del autobús hasta los momentos de ocio en casa, y no es que lo digo yo, sino la Fundación Creafutur después de entrevistar a 7.000 personas y expertos.


Nuestra propia manera de entretenernos con el televisor ha cambiado y cambiará aún más. Podríamos decir que otra tecnología ganará terreno al televisor. Los ordenadores, y en especial los móviles y dispositivos como tabletas y pantallas táctiles tipo iPad, serán una forma muy extendida de ver la tele, algunos dicen que mayoritaria. Por tanto, ver televisión será un hábito cada vez menos vinculado al salón y más a la parada del autobús o al parque.

Muy lejos queda la imagen de los quince hermanos viendo en la ventana del vecino su programa favorito en la película La gran familia de Fernando Palacios. Cada vez estamos más cerca de tener una visión personalizada de la televisión, cada uno verá lo que quiera y a la hora que quiera. Ver la tele pasará a ser un hábito menos familiar y más individual.

La banda ancha actual nos permitirá en el televisor –o mejor dicho, ya nos permite- ver y seleccionar a la carta nuestras series favoritas, realizar las búsquedas correspondientes en google, ver vídeos de YouTube, chatear, interactuar a través de las redes sociales, recomendar una serie, etc… Sony y Google ya se han puesto en ello. La publicidad nunca tendrá mayor sentido ya que podrá ser detectado el comportamiento de telespectador, por lo tanto, según sus búsquedas, compras de programas, etc... podremos hablar de una verdadera publicidad personalizada. Sin perder el hilo de la televisión, y como comentaba Félix Badia, subdirector de ES, el suplemento de La Vanguardia, “la televisión convencional, gratuita y masiva, pasará a tener un papel secundario, prácticamente limitado a las transmisiones en directo de grandes acontecimientos, mientras que otros canales de distribución de contenidos, como internet, ganarán importancia.”


Unido a este último punto y en otro estudio de la Fundación CreaFutur, donde se ofrece una perspectiva de cómo será el joven consumidor del periodo 2015-2020, se deduce que los jóvenes del futuro pasarán la mayor parte de su tiempo en casa y se relacionarán a través de las redes sociales. Por lo tanto, podemos denominar que otro tipo emergente de Ocio se llamará ‘Conseguir amigos’. Posiblemente, ya podemos asignar ocio a la palabra Facebook, o a la inversa. Estamos hablando de un ocio orientado a la búsqueda de nuevos amigos entre sus iguales que llevará al desarrollo de guetos que mantengan sus gustos autóctonos, la integración en los espacios y ofertas de ocio comunitarias.


Ante este abismo de datos, cifras, proyecciones de futuro y fuentes de optimismo para algunos, frente a esta revolución digital que nos viene encima ¿Qué consecuencias se están generando? ¿Dónde nos llevará este éxtasis de ocio?


Bueno, diría que llegados a este punto podríamos hacer tres reflexiones:


En primer lugar, podríamos decir que hasta aquí somos ‘geniales’, tenemos la tecnología y los medios, etc.. y aunque el ocio es un componente esencial para nuestras vidas, me pregunto de donde sacaremos tanto tiempo para él. Y otra pregunta, si estamos jugando en el autobús, en el parque, en el coche, etc… ¿nos quedará ‘batería’ –en todos los sentidos- para jugar en casa? Después, ¿verdaderamente dispondremos de tanto tiempo libre? ¿Estamos hablando de entretenimiento o la asfixia por entretenernos? Diría que el ocio posiblemente cobre cada vez más vida por el vacío y herida dejada por la crisis, convirtiéndose en la gran evasiva para olvidar. Cada vez desearemos un ocio menos espaciado en el tiempo pero más intenso, pero de ahí al ocio permanente todavía queda mucha distancia.


En segundo lugar y una consecuencia bastante crítica. Me gustaría dar buenas noticias y decir que está capacidad de multitarea nos llevaría a decir ‘Sí’ a la inteligencia colectiva y múltiple, pero creo que estamos más cerca de sufrir una gran disfunción en nuestra capacidad de concentración, o mejor dicho, estamos sufriendo una distracción constante derivada de nuestra existencia digital. Nicholas Carr, uno de los grandes pensadores en esta era digital, se percató, hace unos años, de que su capacidad de concentración había disminuido, de que leer artículos largos –como este- y libros se había convertido en una ardua tarea precisamente para alguien como él licenciado en Literatura que se había dejado mecer toda su vida por ella, comenzó a preguntarse si la causa no sería precisamente su entrega diaria a las multitareas digitales: pasar muchas horas frente a la computadora, saltando sin cesar de uno a otro programa, de una página de Internet a otra, mirando Facebook, mientras hablamos por Skype, contestamos a un correo electrónico, ponemos un link, y ahora, mientras jugamos.


Carr realiza una llamada de atención respecto a lo que está en juego: “el pensamiento lineal, profundo, que incita al pensamiento creativo y que no necesariamente tiene un fin utilitario. La multitarea, instigada por el uso de Internet y otros elementos, nos aleja de formas de pensamiento que requieren reflexión y contemplación, nos convierte en seres más eficientes procesando información pero menos capaces para profundizar en esa información”.


En tercer lugar, me pregunto si llegaremos a saber diferenciar cuando jugar de forma social y colectiva y cuando hacerlo de manera individual, ¿en qué nos convertiremos? Si tendremos posibilidad de ‘ociarnos’ y jugar en cualquier lugar, ¿perderemos la posibilidad de jugar en grupo, con nuestro entorno, o seremos más egoístas o tal vez más competitivos? ¿Asociaremos como la única antítesis del aburrimiento el videojuego?


El propio J.G. Ballard decía que “el futuro será aburrido”, no lo creo. Alternativas de ocio tendremos muchas, pero como dice Manuel Cuenca, director del Instituto de Estudios de Ocio de la Universidad de Deusto, “aunque las tecnologías formarán parte de nuestro ocio del futuro, no lo olvidemos, la clave de la vivencia de ocio está más allá de los objetos, está en nosotros mismos.” Sabia afirmación. Diría que la clave estará en hacer del ocio un ocio inteligente y responsable. No me preocupan los recursos, ahora me preocupa el uso de dichos recursos. Deberemos diferenciar y evitar entrar en la inercia de quién decide por nosotros en qué nos entretenemos, otra cosa será en qué deciden los principales actores como Apple, Sony o Nintendo en qué quieren que nos entretengamos. Nosotros tendremos que decidir si queremos ser una oveja fuera del rebaño. ¿Está preparado?


“El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos,” William Shakespeare (1564-1616) Escritor británico.

martes, 8 de febrero de 2011

INDIFERENCIA




  • “Ciudad Juárez ya sobrepasa los 2.000 asesinatos en 2010”, 1 de septiembre 2010
    "Bomba en Kabul provoca la muerte de más de ocho personas”, 28 de enero 2011

  • “Lluvias e inundaciones causan 123 muertos en Africa meridional Johannesburgo”, 3 de febrero 2011

  • “Un total de 80 policías afganos murieron en enero por ataques de insurgentes, lo que supone un aumento del 21 % con respecto al mes anterior”, 6 de febrero 2011

  • “Cuatro muertos en Túnez por disparos de la policía en una manifestación”, 7 de febrero 2011

  • “Una disputa entre Tailandia y Camboya por el templo Preah Vihear acaba con la vida de cinco personas”, 7 de febrero 2011

  • “La organización Afghanistan Rights Monitor publicó un comunicado de prensa en el que se señala que entre enero y diciembre del 2010, 2,421 civiles afganos perdieron la vida como resultado de la violencia armada, mientras que 3,270 resultaron heridos.”

  • “África tiene la tasa más alta de mortalidad, con 118 de cada mil niños que mueren antes de su primer año de vida. “

  • “ Dos niños africanos mueren cada minuto de malaria.”

  • “África tiene la tasa más alta de mortalidad, con 118 de cada mil niños que mueren antes de su primer año de vida. “

  • “Sudeste asiático: más de 15 millones de niños trabaja en forma esclavizada, y 500.000 son forzados a la prostitución.”

  • “Aproximadamente 17 por ciento de la fuerza laboral de África está constituida por niños.”

  • “19.000 niños mueren cada día de enfermedades curables.”

  • “El promedio en África es de 400 muertes por cada 100.000 nacimientos vivos; en países industrializados, de 20 por cada 100.000; y en países en vías de desarrollo, de 440 por 100.000”

  • “La meningitis ha causado más de 1.900 muertos desde principios del 2010 en el área del África subsahariana conocida como el “cinturón de la meningitis”


Muchas de estas cifras, han pasado completamente desapercibidas por nosotros. Las leamos en el New York Times, El País, La Vanguardia, The Times, Le Figaro o Der Spiegel. Primero, porque pocas veces se encuentran en las páginas principales, y segundo, porque nuestra mente, en la mayoría de casos, se ha acostumbrado a la indiferencia, a observar el escrito pero no el sentido. Se ha habituado a desviar la mirada hacia temas más triviales. Nuevamente, reitero, la Inercia queda presente y latente.


¿Nos hemos acostumbrado a la indiferencia? ¿En qué nos hemos convertido?


Observamos las muertes de Kabul como un espacio publicitario menos de un diario o minutos mal gastados de un informativo televisivo, los anuncios de UNICEF como una entidad que se anuncia en la camiseta del F.C. Barcelona y las ONGs como un paso transitorio por nuestra visión ocular, y no me refiero exclusivamente al término solidaridad. Tal vez porque no tenemos ningún amigo afgano, de aquí la indiferencia. O posiblemente, porque ningún ‘amigo’ africano o afgano nos ha pedido ‘añadirse como amigo’ a través de las redes sociales.


En cambio, no nos cuesta nada desviar la atención y obtener un mayor sentimiento de dolor cuando observamos una matanza en un instituto de EE.UU, o como sucedió el pasado nueve de enero en Tucson, Arizona, donde un joven disparó de forma indiscriminada contra un acto político de la congresista Gabriella Giffords, y mató a seis personas y hiriendo a varias más.


Los medios de comunicación abrieron la mayoría de los informativos, americanos o europeos, con la noticia, y continuaron durante cuatro días más con un seguimiento extenso y especial. Los medios escritos, divulgando que todo EE.UU se encontraba conmocionado, destinaron parte de sus portadas a la noticia. Daniel Hernández, becario hispano que salvó la vida de Gabrielle Giffords, se convirtió en todo un héroe.


¿Somos tan tremendamente influenciables?

La verdad es que si, recuerdo entre otros el libro “Storytelling: la máquina de fabricar historias y formatear las mentes” escrito por Christian Salmon, escritor y fundador del Parlamento Internacional de Escritores. Su mérito radica como dice Miguel Roig, Director Creativo Ejecutivo de Saatchi & Saatchi, “en esclarecer el sentido de las historias que nos cuentan y arrojar luz sobre un gran malentendido: nosotros no construimos las historias, o mejor, no somos autores de su sentido.”


No quiero cuestionar si seis personas norteamericanas valen más que seis vidas afganas, pero tal vez los medios sí que nos lo hacen ver, o al menos, se posicionan. Nunca me hubiera imaginado que diferenciaríamos entre tipos de horrores.


En la edición de ayer del Herald Tribune, puedo leer como el astronauta Mark Kelly, piloto y capitán de la Armada, además de marido de la congresista Gabriella Giffords, herida de gravedad en el tiroteo de Arizona y con daños celebrares, comentaba en una rueda de prensa previa al último vuelo del transbordador Endeavour a realizar en abril, sus habilidades para concentrarse:


"Pasar por alto lo que esté sucediendo en tu vida personal y simplemente enfócate en tu misión. Recibimos mucha práctica para hacer eso. Lo he estado haciendo durante 24 años. La palabra clave aquí es ser capaz de 'compartimentalizar' las cosas ", afirmó.


“Poner a un lado problemas y sentimientos en pequeñas cajas y centrarse en la tarea difícil en turno —"compartimentalizar", o dividir en compartimentos-. La mayoría de la gente divide los asuntos en compartimentos todo el tiempo a una escala menor. Sin embargo, algunas personas son naturalmente mejores que otras en la capacidad de hacer a un lado sus sentimientos, o pueden aprender cómo mejorar al respecto,” agregó.


Me gustaría haber visto como el astronauta Mark Kelly se hubiera tomado que la ciudadanía ‘compartimentalizara’ sus sentimientos. Que los medios de comunicación hubieran hecho caso prácticamente omiso de la noticia de la matanza de Arizona, o que simplemente la hubieran desplazado a la página veinte de cualquier diario mundial, sin un seguimiento televisivo o que su mujer hubiera sido una paciente más en el hospital.


Aún así, lo que sí es cierto, es que soy el primer indiferente, yo soy el primer cobarde, yo soy el primer desentendido.


“Los hechos no dejan de existir porque se les ignore,” Aldous Leonard Huxley (1894 – 1963), fue un escritor anarquista inglés que emigró a los Estados Unidos. Miembro de la reconocida familia de intelectuales

martes, 1 de febrero de 2011

ÉL




Podríamos decir que tenemos dos tipos de categorías o perfiles, aquel elegido por sus superiores, o aquel que él mismo se otorgó superior. Los primeros han perdido la noción de quién es su superior; la ciudadanía. Los segundos, no entienden de superiores.


Él al igual que Ella (ver post anterior), es un claro ejemplo de inercia. Él ha encontrado en Ella excusa, y Ella ha sido parcialmente consecuencia de la ineficiencia de Él.


Él siempre habla de ideas, promesas, pero dudo mucho que conozca el significado de ambas. Cuando llegan a ser ellos, a convertirse en Él, cuando asciende, se dejan parte del sentido común, y obvian por completo a qué y a quién se deben (o deberían), bueno sí: al poder. A nosotros, nos han adiestrado para esperar más sus mentiras que sus verdades. Muchos de ellos crecen debido a ser el más mediocre, oportunista o el más carismático, y no el más adecuado.


Él, desgraciadamente, llega un momento que se considera insustituible, divino y único, todo ello dentro de la ceguera que le invade. Vomita y balbucea palabras sin sentido, no mensajes, articula y profundiza en su labor comunicativa, evadiendo que no es cuestión de forma, sino de contenido.


Al ser elegido, Él y su capacidad de escucha quedan anulados. El vivir tan idolatrado hace que su capacidad auditiva vaya reduciéndose poco a poco, no oye, ni escucha. Piensa en él y solo él, aunque quiere hacernos creer que convive como nosotros y por nosotros. Él cree que lucha por la causa, y es cierto, lo hace, pero por su causa.


La persuasión, que antes era su arma, se ha convertido en su propia caricatura. Está cada vez más cerca de ser un cómico que un ensayista o estadista. Él junto a ‘ellos’ se han convertido en maestros del despiste, haciendo que la opinión se derive a otros frentes, distrayendo los frentes preocupantes que de verdad importan, con el objetivo de no ofrecer explicaciones.


Viven más preocupados y obsesionados por cómo crece su contrario a cómo puede crecer él y los suyos, por lo tanto, la mayoría acaban convirtiéndose en miopes. Mientras, nosotros, esos que dependemos indirectamente de ellos y de su visión, aumentamos nuestro cinismo y desconfianza absoluta hacia ellos. Cada vez los observamos más como una figura que ocupa un espacio parcial e intrascendente en nuestras vidas y que ‘roba’ parte del espacio televisivo y del mundo publicitario, en lugar de observarlo como representante de nuestras ideas políticas. Simplemente eso, un ente que debe estar, pero que cada vez va más en detrimento, y que su posible semejanza con nosotros dista mucho de la realidad y de lo que esperamos de ellos. Me asusta pensar que opinión sobre ellos se formularán las generaciones venideras.


Él, junto a los ‘otros’, están por todas partes: Venezuela, Italia, Egipto, Perú, China o incluso España.


Él, para nuestra preocupación, se autodenomina POLÍTICO.


Me gustaría denominarlo estadista, pero me es imposible, o al menos en la mayoría de ellos. Lo cierto es que necesitamos estadistas, y no políticos. Necesitamos hombres de estado, entendiéndolos como políticos que tienen la capacidad comprensiva de los aspectos más significativos de las variables política, económica, social, cultural, ambiental y de la manera como deben dirigirse las relaciones internacionales, en el mundo contemporáneo. Deben ser nuestros embajadores de la creación, no de la destrucción. Deben promover el saber y la evolución, no la comprensión. Deben ver al ciudadano como su 'cliente', su único cliente, y por lo tanto mimarlo y verdaderamente preocuparse por sus necesidades y su futuro.


Nacionalismo, liberalismo, anarquismo, socialismo o progresistas, evolucionistas, colactivistas, totalistas, individualistas, etc.. sea cual sea la forma, Él es prácticamente igual.

Oh, bendita profesión la del político y su poder, ¡no entienden que están viviendo el mejor momento de la historia para serlo!. En un tiempo donde su discurso puede llegar a prácticamente cualquier rincón del mundo, donde con un simple clic pueden llegar a más de 5000 millones de personas –contemplando 1000 millones que no disponen de medios tecnológicos o TV-, obvian con mayor facilidad la palabra. ¿Qué sería de Pericles con este potencial? ¿O de Temístocles? ¿o de Gandhi, Martin Luther King o JFK? ¿o del propio Churchill?


Veo la masa de este país, España, más quieta que inquieta, con la inercia negativa que nunca había observado y a la vez con la inmovilidad intacta, aún con la enorme capacidad de manifestiación que ofrece un estado democrático. Continuamos hablando de Ella y pendiente de que un nuevo gobierno sea la solución, vista al futuro para continuar sufriendo del pasado. Los votamos sin que la mayoría lean el programa de sus propósitos, simplemente por eso, por la inercia. El voto actual es inercia, no conciencia. Ya no es carisma, devoción o creencia política.


Y por el contrario, observo a Egipto, a su pueblo, a su masa, más inquieta que quieta, a pesar del régimen autoritario y sus amenazas, pero en cambio, veo también un triunfo cercano, muy cercano, cuestión de horas. Tal vez Ortega y Gasset vea ahora su obra La Rebelión de las masas acertada y puesta en práctica. Sus reflexiones premonitorias han estado ahí, pendientes de ser sembradas, y nada mejor que el HAMBRE (y no hablo de espíritu hambriento, hablo de hambre en todos los sentidos) para promoverlas, y una nueva generación de jóvenes que no entiende de dictaduras, ni del comportamiento de inercia de las masas. Internet se ha encargado de ello. Es posible, que a corto plazo, Elias Canetti, premio Nobel de Literatura tenga que revisar Masa y Poder.

Una pequeña muestra de esperanza para dictaduras venideras, o dictaduras ‘ocultas’, Zimbabwe, Libia, Guinea Ecuatorial, Somalia, Sudan, Túnez, Marruecos, Yemen, Arabia Saudí, Jordania (empieza a ceder) y un largo etcétera ¿es tal vez el principio del fin? Me gustaría, pero también para redefinir los estados democráticos, qué significa ser político y que mayo del 68 no queda tan lejos si no atendemos al sentido común, y ahí, Sr. Político, espero mucho de usted.

Mientras tanto, y en espera de ‘estos grandes cambios’, ayer noche pude volver a gozar de la excelente interpretación realizada por Forest Whitaker, en la película El último Rey de Escocia (the last King of Scotland).


Pienso en el dictador ugandés que interpreta Forest Whitaker: Idi Amin. Pienso en su poder, su historia y su desenlace. Tuvo cinco mujeres y de 20 a 25 hijos, supuestamente era analfabeto. Apoyado por el ejército, estableció un régimen de terror y una política genocida que llevó a la muerte a más de 300.000 ugandeses. Inició una guerra civil encubierta y se hizo famoso en el mundo por sus excentricidades y su crueldad. En 1979 fue derrocado por una fuerza de invasión procedente de Tanzania apoyada por disidentes ugandeses, casi 25 años después, murió en su refugio de Arabia Saudí, impune a todo delito. El resultado de su mandato fue la creación de una de las peores dictaduras del siglo XX.


También pienso a su vez, en el personaje de ficción que aparece en la película, su médico personal. Nicholas Garrigan (protagonizado por James McAvoy) representa a un joven escocés que desea ver mundo. Después de diversos sucesos y de descubrir realmente quien era Idi Amin, logra huir cogiendo un avión donde iban rehenes que estaban en Uganda. Tras enterarse de la fuga de Nicholas, Amin acude al aeropuerto donde se entera de que el avión ya ha despegado. Me quedo con este despegue, el que acaba de empezar desde hoy en el nuevo Egipto, uno de los países más maravillosos e intrigantes del mundo, y de cómo, tarde o temprano la nueva sociedad no dejará paso a nuevos Mubaraks.

“Un hombre que no arriesga nada por sus ideas, o no valen nada sus ideas, o no vale nada el hombre." Platón (ca. 428 a. C./427 a. C. – 347 a. C.) filósofo griego y de nombre original Aristocles.