
En mi post titulado Resurrección, hacía mención que un segundo, muchas veces nos distanciaba de trágicos momentos o circunstancias, ponía de ejemplo una escena de la película El curioso caso de Benjamin Button, donde la australiana Cate Blanchett en su papel de Daisy -una bailarina ambiciosa y con ganas de conocer mundo- sufre un accidente en París al ser atropellada y romperse la pierna por cinco lados a causa de un taxi. Su esperanzada carrera queda completamente truncada. La película muestra qué hubiera sucedido si ciertas circunstancias hubieran cambiado simplemente un segundo.
Un segundo muchas veces nos separa del éxito y el fracaso, del arrepentimiento, del estar o desaparecer. Muchas veces no sabemos que nos comporta perder un ascensor, un tren, un avión. No llegar a tiempo a una llamada o a una reunión. ¿Qué hubiera sucedido si en ese segundo hubiéramos adoptado otro camino o decisión? Una afirmación, una negación, pronunciadas en ese espacio tan breve de tiempo. ¿Cuántos matrimonios dicen un ‘sí’ que dura un segundo y se arrepienten toda una vida? Posiblemente es ponerme en el lado más kafkiano, pero estoy convencido que alguien está de acuerdo. Un sí, o un no, que gran poder tienen muchas veces sobre nuestras vidas.
Si hablamos en el terreno deportivo, un segundo es una eternidad y a su vez un ganar o perder. Un segundo es un record, o una victoria. Un segundo puede significar disiparse todas las aspiraciones de lucha constante y obtener la recompensa, o en muchos casos, el hundimiento de la carrera deportiva. La desmotivación se apodera de muchos deportistas, por ese segundo, por ser el segundo, por esa décima de segundo, que no llegan a ser capaces de rehacerse.
El pasado viernes viví un segundo muy singular. Serían cerca de las 7 p.m., me encontraba en una ciudad que esperaba expectante un momento que la podría transformar. Podría dotarla de más percepción cosmopolita, más reconocimiento mundial y la podría unir más con la historia enclavando de forma permanente su nombre con letras de oro. Una ciudad comprometida, unida y esperanzadora, donde su gente vive de ilusión y donde ese día, mucha gente dejó de lado sus problemas personales y profesionales para vivir un sueño. En este lugar, todavía ciertamente asediado por el calor, decidí abrir la ventana para dar entrada a la leve brisa que corría. Aunque la verdad, no sé si fue ese el motivo real. Muchas veces me gusta escuchar los sonidos y los ruidos que nos envuelven. En ese momento quería oír lo imperceptible, las respiraciones contenidas y el silencio. Ver como un instante puede ser tan controvertido.
El momento llegó, condicionado por una decisión tomada a miles de kilómetros de distancia, y pasó de lo que podría ser un delirio, a eso, a un eterno silencio. En este caso, decepcionante para la mayoría de sus habitantes. Este segundo nos trasladó de vivir un sueño único a entrar en auténtico Déjà vu.
Este escrito, junto con la descripción realizada exacta, me hubiera gustado escribirlo en Rio de Janeiro, y por lo tanto, estaríamos hablando de otro final, pero lamentablemente no es así. Ahora toca interpretar que no hemos fracasado - fracaso no es perder, es rendirse, es no levantarse- .
¿Esperanzas rotas? ¿El fracaso era posible? Creo que además de posible, también era ciertamente previsible. Por mucho que algunos miembros de la delegación española culpen al presidente del COI, Jacques Rogge, por su planteamiento de que la rotación de continentes no debía ser obstáculo para Madrid, todos sabíamos que lo era (o podía ser). Aunque pensábamos desde el corazón que los JJ.OO. de Barcelona no estaban muy recientes o cercanos, lo cierto es que lo estaban. Aunque sabíamos que existía la posibilidad de competir con alguna potencia de país emergente y a su vez que significara unos primeros juegos en Sudamérica, insistimos en nuestra candidatura. Y por último, por mucho que el presidente del gobierno español dijera que "es imposible hacer más por Madrid 2016 que lo que ya se ha hecho", ¡siempre se puede hacer mejor!
Aunque me transmite mejores sensaciones el año 2020 que el 2016, y que tenemos cuatro años más para mejorar y para crear una candidatura sostenible –luego explicaré el concepto-, debo reconocer que en estos momentos me impera el pesimismo, estado difícil en mí. Sigo pensando que nuestro año era el 2012. Ese año nuestro único competidor real éramos nosotros mismos.
No es por hablar de inercia o de catalogarme como newtoniano, o de reincidir en mi pesimismo –según dicen, un pesimista es un optimista bien informado- pero existen ciertas evidencias que forman una nebulosa en nuestra hipotética candidatura para el 2020:
- Tendremos en Europa más competidores: seguramente Estambul, candidata las cuatro últimas veces, París, inteligente por su retirada de candidatura para el 2016, Roma y seguramente Berlín –qué diferentes serían los juegos comparados con 1936-.
- El fiasco de Chicago puede avivar el espíritu americano y presentar candidatura con Detroit, ciudad castigada enormemente, tanto actualmente por su economía deteriorada debido al sector automovilístico, como por sus seis candidaturas presentadas en el periodo 1952-1972
- También deberíamos pensar haciendo caso a la historia, que los JJ.OO. no se repiten en un mismo país hasta transcurrido un periodo de 40-50 años.
- Y por último, África tarde o temprano necesitará su oportunidad, y estoy convencido que embajadores no le faltarán.
Cuando he dicho candidatura sostenible, me refería a no volver a hacer una aberración en pleno periodo de crisis, de invertir 34 millones de euros en la promoción de la candidatura, donde algunas fuentes apuntan a que la cantidad quedó incluso rebasada en 4 millones. Todo ese dinero se ha destinado únicamente a la promoción de la candidatura y a su desarrollo: viajes, sueldos, oficina olímpica, comidas, etc… Esta cantidad no incluye infraestructura, la cantidad ha sido sufragada en aproximadamente una tercera parte por los patrocinadores de la candidatura, pero aún así, existen 15 millones de euros que proceden del presupuesto municipal.
Cuando he dicho candidatura sostenible, me refería a no volver a hacer una aberración en pleno periodo de crisis, de invertir 34 millones de euros en la promoción de la candidatura, donde algunas fuentes apuntan a que la cantidad quedó incluso rebasada en 4 millones. Todo ese dinero se ha destinado únicamente a la promoción de la candidatura y a su desarrollo: viajes, sueldos, oficina olímpica, comidas, etc… Esta cantidad no incluye infraestructura, la cantidad ha sido sufragada en aproximadamente una tercera parte por los patrocinadores de la candidatura, pero aún así, existen 15 millones de euros que proceden del presupuesto municipal.
Propongo a viva voz que si nos presentamos para el 2020, reutilicemos gran parte de la promoción utilizada. ¿Por qué cambiar de logo? ¿Creemos que cambiarán tanto las estrategias-técnicas-tácticas de marketing en cuatro años –tal vez si-? ¿No deberíamos dar ejemplo y cambiar sólo el ‘16’ por el ‘20’? no lo sé, pero sí sé que me produce estupor pensar en que nos volveremos a gastar 15 millones más el IPC anual por mucho retorno de la inversión planteado a medio plazo. Me gustaría más pensar en qué podíamos invertir esa cantidad. Seguro que ideas no nos faltan y que el índice de felicidad (trabajo+vivienda+amor+seguridad+bienestar) de los habitantes de Madrid sube mucho más que con la celebración de los JJ.OO.
Y qué decir de la ciudad ganadora, Rio de Janeiro. Considero que no es cuestión de hablar de paternalismo con Brasil, aunque posiblemente sea un premio para su máximo dirigente, Lula, o para una ciudad que conociéndola, creo que necesita más el cambio que Madrid. Soy consciente de que los JJ.OO. no se pueden condicionar por solo este motivo, pero si es cierto, que me gustaría que esta oportunidad sirviera para que la palabra Favela tomará otro significado o incluso desapareciera en el 2016.
“Amigo, enorgullécete de las equivocaciones, porque en ellas has dado pedazos de ti mismo,” Perls, Fritz, psicoanalista
“Amigo, enorgullécete de las equivocaciones, porque en ellas has dado pedazos de ti mismo,” Perls, Fritz, psicoanalista
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