martes, 22 de febrero de 2011

2030



En mi infancia y en uno de los últimos cursos del anteriormente denominado EGB, recuerdo como en la clase de ciencias sociales, nos pusieron una película que nos trasladaba a lo que a nuestro entender era el futuro: 2001, una odisea en el espacio, de Stanley Kubrick. Imagino, que en 1968 cuando se rodó la película, Kubrick tenía dicha visión de lo que sucedería treinta y tres años después, más allá de basarse en el libro escrito por su co-guionista Arthur C. Clarke en 1948. A pesar de que fuera en parte ciencia ficción y transcurriera en el espacio, por aquel entonces todos teníamos el nuevo milenio y el año 2000 como un año más semejante al de la película Blade Runner que no al de la realidad actual.


Ahora en cambio, años como el 2030 o el 2045 no me parecen tan lejanos. Posiblemente porque de pequeño uno observa todas las distancias, sean temporales o espaciales, como más lejanas. Ahora realizo los mismos recorridos caminando que hacía con diez o doce años, y los observo con otra perspectiva. Aun con este prisma, y a pesar de la cercanía divisada en el año 2045, me cuesta admitir ciertas predicciones. El pasado día 10 de febrero, en la revista TIME, aparecía un reportaje que llevaba por título: “2045, el año en que el hombre será inmortal”. Parte de este pronóstico, y más allá de su impactante significado a una perspectiva simple de treinta y cuatro años, viene de la predicción realizada por Ray Kurzweil. Para aquellos que no lo conozcan, podríamos decir que Kurzweil, de 63 años, además de ser científico también es músico, empresario, inventor, escritor, experto en la Inteligencia Artificial y eminente futurista. Pero sobretodo, acérrimo apasionado de la vida, del descubrimiento y padre del concepto de Singularidad. De Ray Kurzweil ya mencioné algunos aspectos en junio del 2009 sobre el lanzamiento de Singularity University, casi dos años después, continúa con su mismo planteamiento: defiende con fervor que la denominada convergencia NBIC (Nano-Bio-Info-Cogno), hará que el hombre, el ser humano, cambié completamente, y que todos los problemas actuales queden completamente cubiertos.


Además de este planteamiento, también ha realizado otras afirmaciones interesantes, como que la energía solar será en poco tiempo el suministrador del 100% de la energía en todo el mundo gracias al crecimiento exponencial de las TIC.


Considera que viviremos en un mundo donde se mezclará lo real y lo virtual y nuestra sangre contendrá linfocitos robóticos, lo que nos permitirá permanecer debajo del agua durante horas, y células artificiales que detectarán el cáncer y curarán el Parkinson.


También ha asegurado que la tecnología, que crecerá mil veces más en diez años y un millón de veces más en veinte años, está volviéndose cada vez más pequeña y está "desapareciendo" a nivel físico, los seres humanos cada vez tenemos más vínculos con el mundo on line y la realidad aumentada alcanzará incluso a los complementos, como las gafas, al punto que llegará un momento en el que viviremos en una mezcla de lo real y lo virtual. En 2020 los ordenadores comenzarán a desaparecer y en 2030 asistiremos a una fusión íntima de la tecnología con nuestro cuerpo y nuestra biología, hasta el punto de que llegaremos a entender mejor nuestro cerebro y sistema nervioso.


Esta inquietud, este espíritu hambriento y a la vez ansiedad le ha llevado a consumir 250 pastillas diarias para llegar vivo al 2030. Según cree, necesita llegar vivo a ese año, ya que para ese entonces podrá transferir su mente a una máquina y convertirse en inmortal, de aquí parte del enunciado de la revista Time.


A diferencia de los rumores que acompañaron la muerte de Walt Disney y la posibilidad de que había sido criopreservado hasta el momento en que los avances científicos pudieran devolverlo a la vida, Kurzweil, más allá de actuar como futurista, actúa como impulsor científico con el fin de que llegue el 2030 y su saber pueda ser almacenado.


A Kurzweil, se le considera uno de los artificies del concepto “transhumanismo”, el uso de la tecnología para mejorar la evolución humana. Aunque la primera vez que se usó el término transhumanismo data de 1957, el significado contemporáneo se desarrolló en la década de 1980, cuando un grupo de científicos, artistas y futuristas establecidos en los Estados Unidos empezó a organizar lo que desde entonces ha crecido hasta constituir el movimiento transhumanista. Los pensadores transhumanistas proponen que los seres humanos se transformen en seres que expandan sus capacidades hasta devenir en posthumanos.

Ray Kirzweil, como transhumanista, cree que en 2030 será posible realizar una transferencia mental o también denominado mind uploading. Este proceso, consiste en realizar una copia de seguridad de toda la información que hay en nuestra mente. Esto permitirá volver a cargarla en otro dispositivo distinto al cerebro, como, por ejemplo un ordenador o el ipad. Algunos de los adeptos, incluso consideran que esto ya será posible entre el 2013 y el 2025.

Tuve la suerte de conocer a Kurkweil en persona en junio del 2009, y me gustó cómo defendió su planteamiento que considera que las personas pronostican siguiendo una inercia errónea de una manera lineal. Tendiendo a creer que todo sucederá al mismo ritmo que hemos conocido en el pasado; razona que somos incapaces de imaginar la progresión geométrica o la que los economistas llaman crecimiento exponencial. No nos entra en la cabeza que las cosas puedan cambiar con tanta rapidez que seamos capaces de reconocerlas.


Hasta este punto, estoy de acuerdo y así se lo manifesté, además, bien es cierto que si todos tuviéramos los pies en la tierra no existiría progreso, por este motivo, necesitamos retos, muchos retos y visiones, aunque algunos demasiado lejanos para conseguir avanzar. Pero pensar que en el 2030, en simplemente diecinueve años podremos descargar nuestro cerebro, nuestro software mental, a cualquier soporte, por muy visionario que me considere no lo acabé de ver con claridad. Posiblemente mi rostro le defraudó, o mejor dicho, mi incredulidad. Si bien es cierto que no era absoluta, pero sí que no observo que sea tan cercano, estimo que posiblemente en cien años lo conseguiremos. Mientras me intenta rebatir con una firmeza y soberbia enorme sus convicciones, mi mente solo hacía que imaginarse a Robin Willians, en la película The final cut, y en su papel del ‘montador’ Alan Hackman, seleccionando fragmentos de la vida de las personas. En su guión, la compañía Zoë Tech se está haciendo de oro gracias al implante Chip Zoë que graba la vida entera de una persona. Justo en el momento de su nacimiento se implanta el chip en el cerebro de los niños y así su vida queda grabada para siempre. Cuando mueres, todo el material de tu vida es montado y editado en lo que se denomina "Rememoria" y durante el funeral, se proyecta en forma de película. Las clases más privilegiadas lo ven como un juguete pero para muchos, los recuerdos deben ser algo temporal y el chip está transformando las relaciones humanas.

¿Se lo imaginan? ¿Se imaginan haciendo un The Very Best sobre nuestros recuerdos, o retrocediendo constantemente una escena de nuestro recuerdo que nos gustó? ¿Se imaginan tomando una cerveza con los amigos en el salón de casa y repasando momentos vividos con ellos? ¿Qué quedará de nuestros momentos íntimos? ¿hasta qué punto afectará a una persona que haya sufrido la muerte de su ser más querido? ¿Querrá ver constantemente los momentos vividos con él, cuál será su verdadera vida, la pasada o el presente? En cambio ¿Imaginemos hasta qué punto el saber podría ser compartido? ¿Qué otras vías de pirateo existirán, el tráfico de historias?

Hay numerosos detractores que critican la corriente transhumanista por considerarla irreal, y argumentan que esta emulación del cerebro nunca podría llegar a funcionar como una auténticamente humana. Aluden también a la vertiente filosófica de la nueva situación, ya que el concepto de identidad quedaría desdibujado.

Diecinueve años tenemos por delante para empezar a dar forma a estas preguntas, junto con posibles leyes de privacidad que surjan entremedio o moralismos que se interpongan en dicho avance, pero ¿verdaderamente estamos hablando de ciencia ficción?

La respuesta la tendremos en los próximos veinte años. Pero mientras tanto, prefiero pensar en otra predicción realizada para el 2030, donde el demografista francés Emmanuel Todd predice que el nivel de alfabetización entre la población del mundo llegará cerca del 100%. Este sí que será un gran hito histórico, ya que en el momento que todo el mundo sabe leer y escribir, ya puede colaborar, compartir, criticar, razonar y tener otra visión del mundo.


“Tendremos el destino que no hayamos merecido,” Albert Einstein (1879-1955) Científico alemán nacionalizado estadounidense.

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